Veo con mi alma a Jesús Agonizante, Crucificado, expuesto traía su Sagrado Corazón.
Querido hijo, mi amada Sangre se derrama sobre el mundo como un manantial que calma toda sed, alivia todo mal y cura todo pecado. Hoy, mi Sangre Sacrosanta, la ves brotando de mis poderosas heridas. Cada herida, cada llaga es una Fuente de Luz clarísima para mis elegidos[1] y siervos perpetuos de mi redención.
Quiero unirlos a Mí, sumergirlos en mi Preciosa Sangre y serán lavadas sus culpas. Cada Gota de mi Sangre bañará al mundo.
Oren, oren, oren. Mi Preciosa Sangre les dará mi Paz, una conversión radical y profunda en sus vidas.
Son promesas de vida, mi pequeño siervo, para todas las almas. Hoy mis gracias serán derramadas por todas aquellas almas que necesitan conversión.
Quiero decirles a todos que les amo. Mi promesa la he cumplido. ¿Verdad, almas mías, que desde que conocieron mi amor y acción redentora, en mi Sacrosantas y Preciosas Llagas, sus vidas han cambiado?
No desconfíen. Y sean como la cierva del monte que busca aguas vivas para su sed[2]. Vean cómo les amo, en ustedes, mis hijos.
En el poder de mi Preciosísima Sangre sean benditos y consagrados.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ave María Purísima, sin pecado original concebida.
[1] Salmo 119, 105. Jesús dice que sus Sagradas Llagas serán nuestra Fuente de Luz, es decir, que todos aquellos que lo reconocen como su Dios Redentor se dejan guiar por su Palabra y su acción salvífica.
[2] Salmo 41